El manicomio de La Castañeda: inspiración para mi cuento “El rastro” de "Estragos y progenitore
En 2010 la editorial Tusquets publicó una serie de libros de historia a propósito del bicentenario de la independencia, y del centenario de la revolución mexicana. En esa serie estaba La Castañeda. Narrativas dolientes desde el Manicomio General. México, 1910-1930 de Cristina Rivera Garza. El libro me atrajo por su temática mórbida, lo compré y lo leí. Digo, ¿a quién no le atrae el lado oscuro del alma humana? Resultó ser una lectura fascinante y deprimente que desajustó muchas piezas en mi interior, porque el proyecto porfirista de La Castañeda fue en realidad limpieza étnica y social disfrazada de ciencia. Mucha gente de la que fue a dar al manicomio ni siquiera estaba enferma: eran marginados sociales, mujeres, homosexuales, prostitutas, indígenas, o gente cuya familia ya no los quería en su casa. Una vez recluidos se encargaban de enfermarlos más (cualquiera que haya ido al ISSSTE o al IMSS sabe que no exagero), y la gente moría en el anonimato con hambre, sufrimiento y dolor.
Pero esto no sería lo más impactante. Cuando le comenté a mi padre que estaba leyendo acerca de La Castañeda vino la revelación que finalmente me impulsó a escribir el cuento de “El rastro”: mi padre me dijo que cuando estudiaba en la Normal de Maestros, mi abuela Dolores había visitado La Castañeda. Así como a los niños nos llevan de paseo a Chapultepec o a la fábrica de Coca Cola, a mi abuela la habían llevado al manicomio a ver a los reclusos. Esta revelación me sacudió porque entonces, todas esas historias y nombres y rostros me parecieron de repente más cercanos. Dios, ¡mi abuela estuvo ahí!

Por último, en el libro de Rivera Garza viene una serie de fotografías. Una de ellas es la de un grupo de muchachas que rodea a uno de los pacientes, y éste le está indicando a una de ellas que guarde silencio. Las chicas de la foto parecen justamente un grupo de estudiantes que está visitando el manicomio, y anhelé que se tratara de mi abuela y sus compañeras. Descubrí que las fechas de la foto y de la visita de mi abuela no coinciden, pero incorporé esa imagen retratada en el cuento, como si el paciente le estuviera indicando a mi abuela: “Sólo observa, Dolores. Observa a tu alrededor y no digas nada”.
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