9 tips para escribir un buen relato de horror sin matar (de risa) a los lectores en el intento
Los que escribimos historias de miedo queremos que nuestros lectores sientan justamente eso: MIEDO. Les queremos provocar escalofríos, pesadillas, o simplemente un buen rato de entretenimiento. Todo, menos que sientan que perdieron su tiempo leyendo una historia malhecha y barata. ¿Cómo lograrlo, y que los lectores no sientan pena ajena por nuestra falta de creatividad? Pues aprendiendo de los aciertos (y las fallas) de los maestros del género. Para ejemplificar me voy a basar en el maravilloso libro Miedo en el cuerpo. 25 años de terror con Valdemar (Madrid: Valdemar, 2012). Ahí les voy:

SER CAZADORES DE HISTORIAS DE HORROR
Por ejemplo, Arthur Machen se basó en las leyendas de hadas para “La pirámide resplandeciente” y Henry S. Whitehead se inspiró en el vudú para “Muerte de un dios”. Un escritor que no escucha ni lee historias, que no platica con la gente y que no siente curiosidad, mejor que se dedique a otra cosa. ¿De dónde sacamos nuestras historias sino de lo que nos platican los vigilantes nocturnos, las viejitas supersticiosas, los oficinistas que se quedan hasta tarde, las abuelas, o de lo que leemos en los periódicos de nota roja o en los libros de historias sobrenaturales? Ahí hay material para rato.

ADJETIVOS: NO MÁS DE DOS, ¡POR FAVOR!
Nada de “criatura espeluznante infernal abominable bla, bla, bla…”, tipo H. P. Lovecraft. Sí, incluso el maestro del horror cometió este infame errorcillo en todas sus obras y acaba por no decirnos nada. Mejor escoger un buen adjetivo que lo diga todo. Chequen cómo adjetivan Algernon Blackwood, Arthur Machen y el magistral Francis Marion Crawford.
INDAGAR CÓMO SE SIENTE EL MIEDO EN EL CUERPO
Eso de que “se volvió loco de espanto”, “tenía los ojos como platos”, “se quedó petrificado” o “se le heló la sangre en las venas” es lo más lugar común del planeta. E-VÍ-TEN-LO. Si escribimos historias de miedo es porque nos gusta el miedo y se lo queremos transmitir al lector en lugar de matarlo de risa. ¿Dónde se siente el miedo, realmente? ¿Cómo reacciona nuestro cuerpo? Chequen “La sonrisa muerta” de F. M. Crawford, y “El pequeño asesino” de Ray Bradbury.
Video: Los libros de la Geo: 9 tips para escribir un buen relato de horror.
EL HORROR ES UNA ATMÓSFERA
El horror es ruidos, olores, sensaciones, silencio. ¿Cómo se anuncia el miedo? Aquí entrarían los adjetivos, por ejemplo: ruidos confusos, sordos, ubicuos. Olores repugnantes, densos, espesos. Jueguen con la sinestesia. Exploren cómo reaccionan los cinco sentidos ante los impulsos de la atmósfera que están creando. Chequen “Los moradores bajo la tumba” de Robert E. Howard, y “La nave abandonada” de William Hope Hodgson.

GRITOS
Casi no hay relato de horror en el que los personajes no griten. Pero, por lo general, los gritos son frases hechas y huecas que no transmiten miedo. Para resolver este problema descubrí que era mejor explorar su efecto en el espacio, como también hace Stephen King. Por ejemplo, si un personaje grita que rompa los vidrios de las ventanas. ¿Lo ven? No está nada más el grito y ya, sino que se transforma en algo que también se ve.
VISIONES
La descripción visual es fundamental, y nos obliga a pensar en muchas metáforas e imágenes novedosas. Chequen esta descripción de unos ojos en “La sonrisa muerta” de Francis Marion Crawford, un tipo que me parece fenomenal en las imágenes que crea: “como dos sapos dentro de sus agujeros”, o la mano de una anciana como “una polilla marrón”.
EL MIEDO NO ES EXLUSIVO DE LA MEDIANOCHE
Las culturas antiguas pensaban que cuando la luna estaba en el cenit, se abría un portal que permitía el tránsito entre nuestro mundo y “el otro”. Pero la realidad es que cualquier hora es buena para un susto, especialmente si logramos crear la atmósfera adecuada. Un cuento que ejemplifica esto de manera MAGNÍFICA es “El pecio de la muerte” de Simon Clark y John B. Ford, uno de mis favoritos. La historia tiene lugar a pleno sol, en medio del mar, en un cielo azul sin nubes. ¿Cuál es el elemento de horror? El calor insoportable, no hay sombra, y no hay viento, y todos los que odiamos el calor húmedo sabemos cuán angustiante puede ser todo eso. ¿Genial, no?

ESCENARIOS Y ESPACIOS
El terror puede suceder en cualquier lugar. Es cierto que nos gustan las casas embrujadas, los cementerios y los castillos, pero hay más lugares donde ocurren cosas raras. Si siguen mi consejo en el punto 1, verán que hay historias de terror en TODOS lados: escuelas, oficinas, estacionamientos, cabañas, ríos, puentes, etc. Las posibilidades son infinitas. No se queden con el cliché. Chequen “Desapariciones misteriosas” de Ambrose Bierce, “El fin del mundo tal como lo conocemos” de Dale Bailey, y “¡Levantáos!”, un relato de zombies de Jay Alamares.
EL SUSPENSO
La longitud no importa en un buen cuento de terror, porque lo que lo sostiene es el suspenso. Una “regla” en literatura es ir soltando la información en dosis pequeñas, y esto se vuelve todavía más crucial en un relato de horror. Aunque es un género con muchas fórmulas narrativas y clichés (casa abandonada + familia que se muda + cosas raras + revelación + 15 minutos de sustos + continuará) es importante que nuestra historia no se vuelva predecible a la primera. Demos pistas falsas a los lectores y les aseguro que no se querrán ir. Chequen en especial el magnífico cuento “Los hijos de Noah” de Richard Matheson, y “El signo amarillo” de Robert W. Chambers, que además tiene el encanto de ser un antecedente de Lovecraft.

¿Se les ocurre alguna otra idea? En su opinión, ¿qué hace a un buen relato de horror?
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